Hablar, o plantear temáticas relacionadas con la sexualidad muchas veces resulta tabú: si además incorporamos la discapacidad al debate, puede volverse algo aún más “prohibido” para el imaginario general.
Vemos a la sexualidad y la discapacidad como caminos paralelos, sin posibilidad de cruzarse: es así como ponemos sin darnos cuenta la piedra fundacional para los mitos y prejuicios dentro de este terreno.
Los estereotipos más comunes al abordar la sexualidad dentro de la discapacidad son:
1- Una persona con discapacidad solamente forma pareja con otra en iguales condiciones:
No solamente la intimidad forma parte de la vida de las personas con discapacidad, sino que actualmente existen múltiples apoyos y herramientas para poder explorarla. Su sexualidad no está limitada.
2- Las personas con discapacidad como “carga” en cualquier pareja
Las personas con discapacidad resultan ser una “carga” en cualquier pareja y generan dependencia así como pérdida de autonomía, inclinándose a una “lógica de cuidado”: Los avances en materia de discapacidad hacen posible el surgimiento de más herramientas que posibilitan la independencia de las personas con discapacidad. Ver a la persona con discapacidad como un sujeto que debe ser cuidado constantemente forma parte de una visión asistencialista, que nos aleja del objetivo de pasar de la “inclusión” a la formación de una comunidad.
3- Las mujeres con discapacidad no son capaces de ser madres
Las mujeres con discapacidad no son capaces de ser madres, ni de formar una familia: este estereotipo lleva a que muchas veces la voluntad de estas mujeres no sea considerada y no se las involucra en las decisiones acerca de su salud reproductiva, sufriendo violencia y hasta siendo esterilizadas sin su consentimiento. Es fundamental facilitar información, accesibilidad, acompañar en el proceso y generar entornos donde todos los tipos de maternidad sean posibles: de esta forma podemos contruibuir a erradicar la estigmatización y discriminación del colectivo.
Otros mitos que suelen estar presentes en el imaginario social se vinculan a la creencia de que las personas con discapacidad no tienen deseos sexuales o que, por el contrario se encuentran hipersexualizadas. En el primer caso, como cualquier persona, la necesidad de enamorarse, atraer y sentirse atraídos por otras personas y tener relaciones sexuales, está presente. En el caso de la hipersexualización, si las personas han tenido la posibilidad de acceder a información relativa a su sexualidad, a las conductas apropiadas para cada contexto , a las prácticas afectivas, etc, a través de información accesible, el comportamiento social se condice con el de toda persona.
Para empezar a derribar estas barreras dentro de nuestro imaginario, debemos entender que las personas con discapacidad son sujetos de deseo, que no solo son capaces de experimentar placer sino que además pueden y merecen amar y ser amados.