La pregunta que nos hacemos es simple: 

¿Cómo podemos contribuir a la inclusión de las personas con neurodivergencias? A partir de ella podemos esbozar algunas respuestas: reducción de estímulos sonoros y visuales en locales, o pictogramas para explicar los pasos a seguir al viajar en transporte público, pegados en los diferentes móviles de algunas líneas de colectivos ya son una realidad.

En este último caso, los pioneros son los colectivos de la línea 85, que va desde Quilmes a Ciudadela. Su gerente, Alejandro Garro, recuerda que la idea surgió saliendo de la Pandemia, a partir de una actividad navideña en la que Papá Noel visitó a los chicos de la zona de Quilmes, e invitaron a las familias de la Agrupación “Hablemos de Autismo” a la terminal de colectivos. Alejandro cuenta que “los chicos, en vez de irse directo a la bocina o al volante, se quedaron mirando los flyers que teníamos pegados en los colectivos para concientizar, por ejemplo, sobre la violencia de género, la donación de médula o la prevención del cáncer de mama. Pregunté a sus familias qué les llamaba la atención, y me explicaron que esos flyers era lo más cercano a un pictograma que había, y que los chicos con autismo son pensadores visuales”.

A partir de lo experimentado, Alejandro se informó acerca de este sistema adaptativo y aumentativo de comunicación (SAAC) y supo que el gobierno de Aragón, en España, había desarrollado todo un sistema de pictogramas. Al contactarse con ellos no tuvieron problema en cederlos. El 1º de marzo de 2022 se pegaron los primeros pictogramas en una unidad, y en la actualidad ya existen 110 colectivos con pictogramas circulando en la calle. “Fuimos los primeros en Latinoamérica, y ahora en Argentina son 63 líneas y 5.300 unidades que comunican a través de pictogramas”, agregó Alejandro.

Por otro lado, en diversos shoppings o supermercados se implementa, desde hace aproximadamente dos años, la “Hora Silenciosa”: horarios en los que los estímulos lumínicos y visuales se reducen para lograr que quienes los padecen encuentren un ambiente más “amigable”. En Carrefour, por ejemplo, la medida se realiza 3 veces por semana (martes,  jueves y domingos por la mañana): Se apaga la música, y en los locales más grandes se apagan las pantallas de los electrodomésticos en venta y se atenúan las luces. Por otro lado, en obras de teatro o funciones de cine también se implementaron funciones distendidas con características similares.

Ahora bien, estas son medidas que pueden considerarse un “Punto de partida”, pero no una herramienta infalible para lograr una inclusión total. Sirven, si, para visualizar y concientizar acerca de los desafíos que enfrentan las personas con discapacidad para desenvolverse de forma independiente, pero el efecto concreto que tienen es relativo. Al poseer diferentes grados de necesidades, no puede garantizarse que influyan en todas las personas con neurodivergencias de la misma manera. “(…)a la vez, las familias que tenemos al cuidado a una persona con autismo tenemos un grado de caos incluso por encima del caos de una familia promedio”, explica el periodista Sebastián Campanario, especializado en innovación, creatividad y economía, y papá de Mateo, de 18 años y quien posee Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD). Además agrega: “En el medio de todos los cuidados que supone una persona con autismo, las distintas terapias, lidiar con el certificado de discapacidad, con la prepaga, con la obra social, con el colegio, es difícil poder acomodarse para ir el martes a determinada hora al supermercado. En ese sentido, las medidas pueden tener una eficacia no tan grande. Pero no dejan de ser un gran primer paso”

Es importante apoyarse en estos recursos y medidas para incentivar la inclusión de las personas con discapacidad, pero hay que tener en cuenta que son solo el comienzo:  a partir de esta premisa debemos fomentar nuevas herramientas inclusivas dentro de la comunidad. 

Fuente

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Imágen: Matutino El Sol de Buenos Aires